La revista 'El Ruedo' dedicó un amplio despliegue a plasmar la figura de Rafael El Gallo tras su muerte. El 2 de junio de 1960, en su número 832, apareció un extenso reportaje firmado por Santiago Córdoba. En esta segunda parte, el matador Vicente Pastor recuerda a su rival:
Pastor
—Don Vicente, usted que corrió la
fabulosa aventura del toreo junto a
«El Gallo», ¿quiere recordarle?
-¡Pobre Rafael! le han salido del alma estas dos palabras. Don Vicente Pastor está visiblemente afectado por la muerte del compañero con quien compartió durante tantos años las alegrías y los sinsabores que acarrea la profesión de torero.
— ¡Qué le voy a decir de Rafael! Empezó de novillero a la vez que yo, y toreamos muchas corridas juntos y muchos mano a mano: Me ha impresionado su muerte. Me enteré en la cama; acababa de acostarme y me dieron la noticia.
— ¿Cómo y cuándo conoció a Rafael?
—Fue en Castellón, al coincidir en. la primera novillada que toreamos juntos; si no recuerdo mal, fue el año 99. Y seguimos de novilleros hasta 1902; él tomó la alternativa en Sevilla en el mes de septiembre y yo en Madrid.
-¿Cómo era Rafael, don Vicente?
—Como un chiquillo. Yo le tomé verdadero cariño, porque fuimos juntos por los trenes y paramos en las mismas fondas.
— ¿Qué fue, qué representó para usted «El Gallo»?
—Con sus desigualdades, una gran figura. Le echó mucha sal hasta en lo que llamaban las espantadas; porque hasta en eso tenía personalidad.
— ¿Qué comentarios hacía con sus compañeros en la Plaza?
— En ese trance ya sabe usted que los toreros apenas hablamos. Rafael en las tardes de éxito, se limitaba a decir: «¡Qué buen toro me ha tocado!" Y en las tardes de fracaso, lo contrario: «¡Qué «hueso» me ha tocado!» Yo me he llevado bien con todos los toreros, pero con Rafael mejor que con nadie. Siempre que nos encontrábamos, nuestro primer saludo era preguntarnos por la madre. Recuerdo que en una ocasión en que «Joselito» estaba herido en Barcelona fui a verle y me recibió una señora; yo me supuse que se trataba de su madre. Me dijo que José estaba durmiendo. Entonces le anuncié que volvería por la tarde y que le advirtiera que había estado Vicente Pastor. Al oír mi nombre, su madre reaccionó: «¿Pero es usted Vicente Pastor?... Usted no se va sin ver a mi niño; porque usted es el mejor amigo que tiene mí hijo Rafael. Por eso, cuando torea con usted estamos tan tranquilos.»
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