miércoles, 14 de febrero de 2024

RAFAEL EN LA MIURADA DE CASTELLÓN DE 1905: OTRA CRÓNICA (Y III)

En esta segunda crónica, Francisco Moya da sus impresiones de lo que aconteció en el mano a mano entre Lagartijo y Gallito celebrado en Castellón el 25 de marzo de 1905. La crónica apareció en la revista 'Sol y sombra' el 6 de abril:

 Siempre fue la de Castellón la plaza que cierra y abre el curso taurino. 

 Este año desconté, desde hace tiempo, el que, siguiendo la costumbre, pudiera celebrarse ningún espectáculo de alguna seriedad o presupuesto, por razón de la crisis económica por que atraviesa esa provincia. La naranja, fruto de riqueza de la misma, vióse toda helada de un día para otro, llevando la desolación a miles de familias. 

 Aquel huerto frondoso y sin interrupción, cargado del más simpático de los frutos, por que atravesaba el tren, no es hoy más que un montón de leña amarillenta, destacándose de la misma, por su soledad, millares de naranjas abandonadas.

Por esta poderosa razón, supuse que este año en la feria de la Magdalena faltaría al programa su célebre corrida de toros; pero me equivoqué. En el programa figuraba ésta, con toros nada menos que de D. Eduardo Miura y como matadores Lagartijo chico y Gallito. Había surgido una empresa valiente que, con más afición a nuestra fiesta que miedo a las pérdidas seguras, arrostró con todo, y Castellón no perdía la prioridad de abrir y cerrar el curso taurino. La animación fue grande y de Valencia no faltaron algunos miles de aficionados, viéndose la plaza con más público que el que se esperaba y sus palcos repletos de las mantillas clásicas en esta fiesta, sirviendo de marco a caras que al sol dan envidia. Y la certeza de esta afirmación mía, está en que al ocupar los palcos mis bellas paisanas, el sol se cubrió, no tardando en obsequiarnos con una ligera llovizna. La fiesta nacional se celebró, y allá va lo que fue: 

Los toros de Miura estaban bien presentados, y en conjunto dejaron satisfecha a la asamblea. 

 El primero era un bonito toro en lo que respecta a tipo y defensas; pero en el primer tercio se limitó a cumplir, buscar el callejón a la tercera vara de las cinco que tomó, a cambio de un porrazo, y a llevar la cabeza más suelta que un chivo de dos días. 

 A banderillas difícil, y entre esto y el sobón de los peones, llegó áa manos de Lagartijo chico como digan dueñas. 

Este, de negro y oro, le toreó con la derecha, viendo en este toro al animal más difícil que tocarle pueda en lo que resta de temporada, consignándolo así el público. Pinchó una vez, y acabó de media estocada caída. ¡Vaya un animalito que se quitó de delante el de Córdoba! 

 El segundo fue el toro más bravo y noble de la corrida. En el primer tercio tomó siete varas por tres caídas y tres acémilas, dando lugar a que los matadores entablaran competencia en eso de los adornos. 

 Sevillano coloca un buen par. 

 Gallito, de azul celeste y oro, principió con un pase ayudado y uno en redondo. Siguió un muleteo movido, sin causa ni razón justificada, dio un pinchazo, y terminó de media estocada buena. (Aplausos.)

En tercer lugar salió un  toro largo, fino y levantado. Hizo una buena pelea en el primer tercio, aguantando seis lanzazos por cuatro caídas y un penco. A la muerte llegó noble hasta dejárselo de sobra, dando con esto ocasión a que Lagartijo chico le toreara de muleta sobrio y con tranquilidad. Le toreó por abajo según indicaba el estado del toro, y después de dos medias estocadas, entró al volapié con muchos redaños, dejando una monumental estocada, de la que salió el toro muerto de las manos. ¡Olé los niños entrando a matar! 

Gallito ante el cuarto. (Foto: Sol y Sombra)
 El cuarto llevaba el tipo legítimo de la casa. Tomó cinco varas, por tres caídas y dos caballos. Esto es decir que a pesar de su tipo era mansurrón. Se banderilleó a la media vuelta, y Gallito le toreó de muleta con la derecha y sin lucimiento y con despatarramiento. Pinchó bajo y acabó de una esto cada delantera, con derrame externo. Intercalando en esto un achuchón con abandono de mercancía y fuga... de vocales. 

El quinto toro fue el que más satisfecha dejó a la concurrencia. Seco en el arranque, de poder, certero y bravo. Pedir más sería gollería. ¡Vaya un toro! Tomó sus siete varas, dio siete porrazos y mató seis caballos. Los matadores se arrodillaron, tocaron el testuz y amenizaron la lidia de tan bravo animal. Tomaron los palos los maestros, y aquí hubo su pequeño incidente entre ellos, que llegó al público, gracias á Gallito, que proporcionó una bronca á Lagartijo chico. 

Lagartijo entrando a matar. (Foto: Sol y Sombra)
 Antiguamente y cuando los matadores tomaban los palos y había más compañerismo, era sencillamente con la sana intención de buscar el lucimiento, sin perjudicar al que debía estoquear aquel toro. Hoy las cosas cambian, y si se toman loa palos, es para pasarse un cuarto de luna en preparaciones y saliditas en falso y que llegue a manos del compañero con resabios. Esto el público no lo comprende y de ahí que se ponga al lado del matador de las sanas intenciones, creyendo que es orgullo o falta de compañerismo el que deje o no banderillear al que con él figura en el cartel. Tres toros corresponden a cada uno; si se tiene voluntad de lucirse con los garapullos, puede elegir si quiere el primero o el último, cuya muerte le corresponda. A tal conclusión ha llegado o debe llegar las intenciones sanas de les toreritos que hoy padecemos, sin exclusión. 

 Lagartijo chico, como Gallito dejaron un buen par al cuarteo. El primero de éstos muleteó a este toro con pases por abajo, se arranco bien a matar y dejó un pinchazo hondo, dos en hueso y una estocada hasta lo rojo de la empuñadura. 

 El último salió aplomadote, y antes de aparecer en el ruedo se presentó en escena un émulo, provisto de muleta, de la cual no pudo hacer uso por entregarle Lagartijo chico a las autoridades con trastos y todo.

 Este toro no fue gran cosa, aceptando cuatro varas por una caída y dos caballos. 

Gallito, con ganas de acabar, entró a matar al tercer pase, pinchando; repítese la escena, pero esta vez perdiendo los papeles el matador. Entra de nuevo al cuarteo, para media estocada delantera y atravesadilla y acaba de una entera. Todas las veces que entró a matar en este toro, lo hizo sin esperar a que igualara; así resultó ello. 

 Y como me he extendido demasiado, no entro en consideraciones menudas que alguien me agradecerá.

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