Pepe Capa es el autor de las siguientes líneas publicadas el 16 de mayo de 1970 en el periódico 'Nueva Rioja':
EL GENIO DE JOSELITO MURIÓ ASÍ EN
TALAVERA DE LA REINA
Hoy , 16 de mayo, se cumplen cincuenta años de la muerte, en la plaza de toros deTalavera de la Reina, de aquel inmenso lidiador que se llamó en la vida José Gómez Ortega y en los carteles, al principio, 'Gallito Chico'; después 'Gallito a secas; y antes y después, siempre, para las gentes, simplemente Joselito Maravilla.
Y eso fue, en efecto, José: una auténtica e inigualable maravilla en el arriesgado y gallardo arte de lidiar toros bravos.
Pero esto se ha dicho y repetido tantas veces que, por sabido, se calla. No hay por qué insistir en ello. Joselito fue un lidiador enorme -el más 'largo', el más sabio de todos los tiempos- que tuvo la suerte de emparejar en los ruedos con otro torero singularísimo -el más genial y revolucionario torero conocido y casi nos atreveríamos a decir que por conocer- Juan Belmonte García. Y de esa feliz coyunda surgió lo que, desde entonces, se viene llamando, con entera justicia y verdad, la Edad de Oro del toreo.
Alguien ha dicho, de modo algo irreverente pero atinado, que lo mismo que la Historia 'grande' distingue, para el cómputo de los años, entre los que corrieron "Antes de Jesucristo" y "Después de Jesucristo", también la del toreo ha quedado signada, dividida para siempre por un "Antes de José y Juan" y un "Después de Juan y José".
Antes de José y Juan, la lucha varonil y entera con el toro.
Después de Juan y José, el juego bello y artístico con el toro.
Así de radical y profunda fue la transformación que Joselito y Belmonte - o Belmonte y Joselito, que también aquí viene lo de 'tanto monta' como anillo al dedo- imprimieron al toreo.
Mas ya hemos dicho que de esto, de todo esto tan sabido, no era necesario hablar, aunque, no obstante, no hayamos sabido sustraernos a la tentación de 'decir algo', ganados por ese tirón irresistible que, en cuanto se rememora aquella áurea época, siente el aficionado viejo que alcanzó a vivirla.
Por eso, por nuestra condición de 'viejo aficionado' que ha sido testigo 'consciente' de aquello, creemos -pura ilusión quizá- estar en condiciones de recordar algo, sin duda mucho, menos importante que la decisiva y perdurable influencia de aquella grandiosa pareja en el toreo, pero al menos curioso, mucho menos conocido y que puede contribuir, sobre todo, a restituir la verdad a sus justos términos en cuanto a las circunstancias que rodearon la muerte del gran torero de Gelves. No porque nosotros la presenciáramos sino porque, por aficionado viejo, en nuestro pobre archivo, en nuestra modesta biblioteca taurina se conservan libros y papeles de aquellos días, en los que tanto se habló, y se fantaseó más, del modo y manera en que Joselito muriera. Y, entre ellos, un pequeño folleto del que es autor un destacado escritor talaverano y gran aficionado a toros, don Ángel Hernáiz, que fue testigo de excepción de la tragedia, folleto escrito precisamente -lo dice el propio autor en el prefacio- para 'rectificar las absurdas invenciones propaladas' por casi todos los informadores que, en auténtica avalancha, llegaron a Talavera de la Reina 'después' de muerto Joselito, y hubieron de dar cuenta del luctuoso suceso apresuradamente, sin la debida confrontación de datos y dejándose ganar por un tan tentador como humano y facilón afán de sensacionalismo.
Sin embargo, el documentado y bienintencionado folleto fue, entonces, muy poco divulgado y completamente olvidado al poco tiempo. Lo que ha prevalecido ha sido lo otro. Y por eso puede resultar oportuno exhumar ahora, al cumplirse el medio siglo de la muerte de José, los párrafos que aclaran y puntualizan lo acaecido desde que el torero ingresó, agonizante, en la enfermería, hasta el momento de su muerte, apenas veinte minutos después.
Datos que, por otra parte, no proceden realmente del autor del folleto, sino de persona todavía con más razones para estar bien enterada, por hallarse directa y estrechamente responsabiliza con lo ocurrido: del propio médico director de la enfermería talaverana, don Francisco Luque, en carta que éste dirigió a raíz de la muerte de José, al repetido señor Hernáiz y que, en su parte fundamental, dice así:
"Protesto en primer término de la calumniosa especie vertida y acogida en distintos diarios, de que la enfermería careciese de material sanitario, siendo así que en la misma no faltaba detalle alguno instrumental quirúrgico y farmacológico para, no sólo hacer curas de urgencia, sino hasta para practicar una operación por delicada que fuese; de ello pueden testificar dignísimos profesores médicos que de Madrid vinieron a presenciar la fiesta y que, en honor suyo, debo hacer constar que desde el primer momento acudieron a la enfermería y con gran interés y solicitud auxiliaron inútilmente al infortunado Joselito, que colapsado e inmóvil, se le veía por momentos sucumbir en la mesa de operaciones bajo el peso de la tremenda y horrorosa cornada que sufrió".
Luego, el doctor Luque reproduce el parte facultativo por él redactado, en unión de su compañero el también médico de la enfermería de Talavera, don David Ortega, y que es el siguiente:
"Durante la lidia del quinto toro ha ingresado en esta enfermería el diestro José Gómez 'Gallito", con una herida penetrante por asta de toro en la región inguinal derecha, con salida del epiplón, peritoneo, vejiga e intestinos, con schok traumático intensísimo y probable hemorragia interna. Pronóstico gravísimo. También sufre otra herida en la parte interna, tercio superior, del muslo derecho".
Por último, don Francisco Luque ha ce una serie de reflexiones del más subido interés, porque vienen a aclarar y puntualizar toda la tremenda verdad de lo sucedido. Son estas:
"Cuando un organismo viviente sufre una violenta impresión, su sistema nervioso se trastorna, se aterroriza el ánimo más templado, se conmueve todo su ser, es presa de terrible angustia, y la depresión nerviosa es tan grande que sobreviene, como aquí ocurrió, la pérdida o parálisis casi completa de la inteligencia, el movimiento y la sensibilidad. Y a no ser que acuda la naturaleza en su auxilio con una reacción saludable y enérgica, sucumbe sin remedio, a pesar del estímulo prestado por las inyecciones de cafeína, suero y aceite alcanforado que, sin pérdida de tiempo, se le propinaron. Todo inútil. La ciencia registra infinidad de casos en lo que ha producido la muerte casi instantánea esa conmoción nerviosa que origina un profundo pesar o una intensa alegría; esta impresión, esta conmoción de los centros nerviosos (shock) debió sentir el dicho José al verse herido en el vientre con salida de vísceras importantes. Una causa ocasional determinante de su muerte.
Ahora analicemos la herida del vientre. Esta, que era penetrante, lesionó el peritoneo, formando hernia; el epiplón, la vejiga en parte y la masa intestinal; interiormente debió el asta herir dichos órganos y provocar hemorragia probable de vasos de mayor o menor calibre. Otra causa determinante y afección también gravísima y casi mortal de necesidad.
Una laparatomía a tiempo hubiera podido descubrir las lesiones y tratarlas como hoy sabe hacerlo la cirugía; pero en otras circunstancias diametralmente opuestas a las en que se encontraba el paciente, siendo muy problemático un feliz resultado. No fue posible nada; el desgraciado diestro llegó a la enfermería casi inerte, con paralización completa de todos sus miembros, sin poder articular palabra alguna; sólo pequeñas frases entrecortadas, que indicaban el sufrimiento; sin conocer a los que le rodeaban, y sucumbió al poco tiempo, extinguiéndose paulatinamente la vida de relación y vegetativa, sin agonía, sin contracción alguna en su rostro ni en su cuerpo.
En resumen: las causas de la muerte han sido, simultáneamente, las lesiones viscerales de la cavidad ventral y la conmoción nerviosa consiguiente. Esto es lo que yo vi; esto es lo que yo creo; si estoy equivocado, será por mi ignorancia".
Siempre que una gran figura del toreo muere por cornada en una localidad de segundo orden -Joselito en Talavera, su cuñado Ignacio Sánchez Mejías en Manzanares, Manolete en Linares...- la fantasía popular teje la misma negra leyenda: "La herida no era mortal. En la enfermería no había 'de nada'. Los médicos se aturdieron y no acertaron a proceder con eficacia...".
En el caso de Joselito se dijo todo esto y mucho más. Y, al menos en el caso de Joselito, no era cierto. Lo desmiente categóricamente la carta del doctor Luque que acabamos de reproducir en sus partes esenciales. Por eso nos hemos decidido a exhumarla del olvido en que yace. Aunque hayan transcurrido, ya, cincuenta años. Mas vale tarde...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.