miércoles, 9 de agosto de 2023

EL GALLO CUENTA SU VIDA EN 'MUNDO GRÁFICO' (I)

'Mundo Gráfico' empezó a publicar el 12 de agosto de 1936 la biografía de Rafael El Gallo. En pleno conflicto bélico Antonio Otero Seco consigue entrevistar al Divino Calvo.

La primera entrega dice así:


ANDANZAS DE RAFAEL EL GALLO, EL TORERO QUE NACIÓ EN MADRID


Gitano es sinónimo de nómada, de aventurero, de caminante por mar o por tierra; de hombre con las piernas abiertas en el compás alegre de la marcha. Donde se ofrezca una tentación de caminos, allí habrá siempre un gitano dispuesto a tragar sorbos de ruta en copa de horizontes nuevos. Porque un gitano nace ya con la esfera del mundo sobre la palma de la mano, llena de rutas tentadoras para el bronce andariego de sus piernas.

Rafael el Gallo -¿quién no lo sabe?- es la medula más pura y mas cañí de la gitanería andante. Por gitano y por torero, Rafael ha pisado una y otra vez, con un aire jacarandoso de paseíllo, todas las venas azules de las cartas geográficas, con una rosa de los vientos en la solapa de su chaquetilla. Vientos de acá y de allá, con el yodo de los mares en medio, le han pronunciado el bronce de la piel faraónica hasta hacerse puro metal brillante sobre el hipódromo famoso de la calva.  Y entre sus manos, las olas han sido como un capotillo de lujo con que bajar la frente de ese toro babeante y marrajo que es el mar.

Pero vayamos por partes y no adelantemos los acontecimientos. como decían los folletinistas del siglo pasado. Antes de hablar de los viajes de Rafael, de su continuo ir y venir por las rutas del mundo, conviene contar algunos detalles pintorescos del Gallo que sirvan de antecedentes y de punto de referencia a sus aventuras. Aunque lo mejor es que sea el propio Rafael quien lo cuente, sacando a relucir su mas gustoso ceceo. Porque el reportero, en este caso, no tiene más misión que la de ver, oír y contar.

Esos señores que le siguen a todas partes...

Oíd a Rafael. Antes será conveniente que demos algunos datos de lugar y de indumentaria. Estamos en un café elegante de la calle de Alcalá. Junto al Gallo, rodeándole, los de siempre. Su criado de confianza—"un picaor que no pica na, aunque él quiera ser más subío que la guindilla"- y esa media docena de amigos que le sigue a todas partes con la boca propicia a desgarrarse en una abertura de admiración. Viste Rafael un traje negro, que hace aún más claro el rio blanco de la pechera bordada, sin corbata y con botones negros. Junto a él se quiebra la cintura contra el respaldo de una silla una capa llena de bordados, y un sombrero cordobés color plomo hace un flan de aire sobre el asiento.

Estamos todos? Sí. Ya se han frotado las manos esos señores que le siguen a todas partes y se han arreglado el nudo de la corbata después de entreabrir los labios con su mejor sonrisa de adhesión.

Vamos a oír a Rafael. Y, ¡atención!, porque va a temblar la Giralda por la pérdida de un paisano.

Un gitano de Madrid

- Yo no soy de Sevilla, como ha dicho casi todo el mundo, sino de Madrid. Tan madrileño como el Julián de 'La verbena de la Paloma'. Aquí nací, el 16 de julio de 1882, el día de la Virgen del Carmen, en el número 16 de la calle la Greda, hoy de Los Madrazo. Me bautizaron en la pila de la parroquia de San Sebastián, donde también fueron bautizados la Patti y el abuelo del famoso Curro Cúchares, que también se llamaba Curro y también era torero.

- ¿Hubiera usted querido nacer en Sevilla?

- ¿Por qué? Sevilla es Sevilla: pero Madrid es también Madrid. Allí está la gracia. el donaire y el salero; pero anda que Madrid también se trae lo suyo...

—¿Cómo fue el nacer en Madrid?

—Porque mi madre iba detrás de mi padre a tos los sitios donde toreaba. Ya ve usted: yo podía ser ahora gallego o aragonés, lo mismo que soy madrileño, con lo que me va tan ricamente.

Un señor de esos que le siguen a todas partes:

- ¡Y olé!

Dándole aire al capotillo

—¿Cuándo empezó usted a torear?

—A los catorce años me puse por primera vez el traje de luses; pero ya llevaba mucho tiempo dándole aire al capotillo por los enserraderos sevillanos.

(Rafael casi no necesita el estímulo de las preguntas para seguir haciendo su biografía. Se le nota un afán gustoso en esta evocación de sus años juveniles, cuando su calva andaba en lenguas de romances y de copla, hecha historia de amor desgraciado, por todas las esquinas españolas. Episodio por episodio, año por año, va contando su vida con una precisión asombrosa en los detalles v en las fechas. Sólo cuando en la evocación surge alguna amarra sentimental, el Gallo salta sobre ella con la misma gracia gitana y despreocupada que saltaba la barrera las tardes de bronca.

"Yo era un mosito espigao"

—El año 1902 tomé la alternativa. Tenía entonses veinte años, y era un mosito espigao que le gustaba a las mujeres. Por entonses, un pintor de Sevilla me hiso un retrato que estaba la mar de bien, con mi traje de luses y er capote de lujo ar braso. No he vuelto a ver aquel lienso, porque un americano se le llevó, pagándole a peso de oro.

Una pausa, y vuelta al día de la alternativa:

- Aquella tarde estuve superió. La gente se rompía las manos aplaudiendo, y me sacó en hombros. Aquel mismo año fui por primera vez a América Y desde entonses hasta 1914 fui a torear todos los años a Méjico. Pero en 1914 se empesó a «infestar» el mar de submarinos, y no era cosa de perder el pellejo de una corná de aquellos bichos. Aluego después, en 1926 y 1928, recorrí toda la América de punta a punta: la del Norte, la del Sur y la del Centro. He viajado en tren, en barco, en aeroplano... Menos en globo de gas, he montado en todo. Hasta en el submarino Peral hise un viaje corto por la bahía de Cádiz. Por cierto que ya no volveré en mi vida a montar en aeroplano desde que una vez...

Pero esto merece capítulo aparte.

Un curso de volatines

—Había yo despachao una corrida en Bucaramanga, y un alemán amigo mío me invitó a montar en su aparato. Como yo tenía que atorear en un pueblo próximo, le dije que sí, a condisión de que me llevara a aquel pueblo. Vivía su novia allí, y el hombre me obligó a prometerle que le brindaría un toro a la gachí. Me subí al aparato, y cuando ya estábamos ensima del pueblo, el alemán empesó a haser unas cosas raras con el aeroplano que me pusieron la garganta en los zancajos. Desde entonses no he vuelto a montar en aeroplano, ni volveré a montar en mi vida.

Otro señor de esos que le siguen a todas partes:

- ¡Y olé!

Viajante de la revolución por América

—Por sierto—continúa Rafael—que las últimas veses que estuve en América ocurrieron unas cosas tan raras que a mí me traían preocupao. Se lo voy a contar a usté para que se enteren tos esos que se ríen de los supersosiosos. Pasaba que en cuanto llegaba yo a un Estado se declaraba la revolusión.

-¡Hombre!

—Ni ná ni ná, Como se lo digo. En cuanto llegué a Colombia empesó en la capital una mano de tiros que pa qué le voy a contar a usté. Total: que me fui de allí porque a mí no se me había perdío ná con las balas, y me largué más que de prisa al Ecuador; pero el buque en que yo iba naufragó en el camino, en las costas del Perú, y nos tuvo que recoger un barco que se llamaba EI Rimel y llevarnos hasta Lima. Bueno: pues lo mismo fue llegar a Lima que declararse allí la revolusión. Me escondí donde pude, y aluego me fui al Cuzco, con la esperanza de que aquello estuviera más tranquilo. Pero sí, sí. En el Cuzco me pasó otra cosa peor.

Cómo salvó al alcalde del Cuzco

——¿Qué fue lo del Cuzco?

-—iCasi ná! Que también estalló allí la revolusión. En el Cuzco, el Comité revolucionario de la siudá tenía sercada la casa del alcalde para apoderarse de él y de su familia y fusilarlos después. Todos los caminos estaban interceptados y en poder de los revolusionarios, menos la vía férrea, que aun permanecía fiel al Gobierno. Unos amigos fueron a verme al hotel, y me dijeron que el alcalde quería saludarme. Como yo no sabía hasta entonses nada de lo que pasaba, y además yo era muy popular allí, no me extrañó la proposisión: me monté con uno de ellos en un auto, y me fui a casa del alcalde. Por el camino veía que se acercaban al auto grupos de soldados, y al verme se marchaban, disiendo:

- Dejarle pasar, que es el Gallo.

Desde las ventanas de la casa del alcalde soltaban más tiros que en la guerra; pero era para disimular, porque ni él ni su familia estaban allí. Un grupo de amigos los tenían escondidos en una casa, y allí los vi yo. Luego me dijeron que los acompañara a la estasión en un coche serrado y que sacara la cabeza por una ventanilla cada vez que viera acercarse a los guardias. Se salvaron. por fin; pero cuando yo me di cuenta del berenjenal en que me había metío, me entró tanto miedo que me enserré en el cuarto del hotel y no salí a la calle hasta que vi sonreír a las personas que pasaban por las aseras. ¡AqueIlo sí que fue una "espantá"! Yo creo que si me dejan, del salto que pego me dejo atrás el charco, y llego lo menos hasta Gibraltá.

El Cuzco, ciudad de mal arate

—Pa colmo de mis males, atoreé en El Cuzco, y un toro marrajo, bragao y corniveleto me partió la clavícula de una corná. Aquello tenía que acabar así, porque El Cuzco era una siudá de mal arate. Cuando se me curó la herida me fui a Bolivia, y luego, a la Argentina. Bueno; pues en cuanto llegué se armó la gorda en las dos nasiones. Totá: que empesé a echar mis cuentas y a dudar si ir o no al Brasil. Por fin me desidí a realizar el viaje, y cuando Ilegué se declaró también la revolusión.

Su criado de confianza:

—i Y aquella fué de las gordas!

"¡Y a los toreros que nos parta un rayo!"

—¿Qué otros hechos pintorescos recuerda usted de sus andanzas por América?

—¡Hombre! Muchas cosas buenas y muchas cosas tristes. Voy a contarle algunas. EI año 26 me ofresieron en La Habana la exclusiva de todos los negosios taurinos que se pudieran haser en la isla de Cuba. Si aquello me llega a salir bien, a estas horas estoy yo forrao de billetes y más rico que Romanones. Pero no tuve suerte. Cuando ya estaba todo a punto y habían llegado de Méjico unos toros de Piedras Negras, con más coraje que el Gran Capitán y unas intensiones más negras que las piedras, salió gritando una señora de esas que llevan gafas y las llaman de la Sosiedá Protectora de Animales—iy a los toreros que nos parta un rayo!—y se lió a dar chillíos hasta que consiguió, la muy sufragista, que se suspendieran las corrías. Después se dio un golpe de Estado revolusionario—iSeñó! ¿No estaba yo en Cuba?—, y la buena señora, que debía de tené mucha mano con el nuevo Gobierno, consiguió que se suspendieran definitivamente. ¿Usté ha visto en su vida algo paresío? Pero, señó, si es lo que yo digo: ¿Qué tendrán que hasé las mujeres en er mundo fuera de guisá y de coserle los carsetines a su marío?

Un señor de esos, etc.:

—iY olé!

(Continuará)

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