domingo, 9 de diciembre de 2018

RAFAEL Y PASTORA HABLAN DE SU RELACIÓN (III)



Tercera entrega de la entrevista con Pastora y con Rafael acerca de su relación, publicada en el Heraldo de Madrid el 12 de febrero de 1912. En esta tercera entrega el protagonista es Rafael.


El duende de la Colegiata
Y el Gallo se levantó de la cama, y sin arreglar, para que no le esperásemos, con el cuello de la americana subido y una gorrilla inglesa de viaje, vino al despacho á vernos. El popular torero nos recibió muy afectuoso.

—¿Qué hay? nos dijo—. ¿Qué tal por Madrid? ¿Cómo está el público?

—Deseando aplaudirte—le contesté.

—Yo quiero mucho al público aquel—me respondió el Gallo.

Rafael Gómez ordenó á su mozo de estoques que trajese una caja de cigarros, y Antoñito el del Lunar trajo una caja de soberbios habanos, que repartió. Yo sentí no fumar para saborearlos. Con la suavidad natural abordé el asunto de la Imperio; todos los que me oyeron callaron y miraban al Gallo; Rafael, muy serio, me respondió, sombrío:

—No hablemos de eso. Hablemos de toros.

Pude convencer al torero de la sinceridad de mis palabras, y, pensando mucho sus frases, con un dejo amargo en el tono de su voz, me fue diciendo:

 —Esas son cosas muy íntimas. ¡Qué sé yo! ¡Cada uno sabe lo que se hace en su casa! Sobre todo... lo primero que un hombre debe ser es... ¡hombre! ¡Y tener vergüenza... y dignidad! ¡Y á la vergüenza y á la dignidad se sacrifica todo cuando se es hombre!

[....]

—Mire usted—continuó diciéndome el Gallo—, á las mujeres les sucede lo que á los toros, que cuando se tuercen una vez, ya no hay quien las arregla...

Un silencio siguió á la frase de Rafael; el torero continuó diciéndome:

 —Figúrese usted: yo estaba en El Pedroso, y mi mujer, sin permiso mío, se marchó de casa, y como no había vuelto á los dos días, mi madre me telegrafió: «Ven», y vine,,. ¿Usted cree que hizo bien Pastora marchándose?

Todos callamos. El Gallo continuó:

—¿Qué queja podía tener de mi? ¡Yo no le había puesto la mano encima!

—Sin embargo, interrumpí al Gallo, la Imperio ha presentado la demanda de divorcio fundada en malos tratos.

—En algo tenía que fundarla—me respondió el torero—; yo no le he puesto la mano encima, y además yo conozco muchas mujeres á quienes sus maridos las matan á palizas y hasta les rompen bastones encima de sus costillas, y ellas no salen de la cancela porque les quieren y les respetan y hacen lo que ellos las dicen; pero ¿usted cree que puede una mujer marcharse de su casa, en ausencia de su marido, y no parecer en dos días, así como así?... Además…

Hizo el Gallo una pausa y continuó con amargura:


—Además, cuando una mujer se tuerce una vez no hay quien la arregle, y yo, ¿sabe usted?, yo tengo vergüenza y dignidad antes que todo, y... ¡que no puede ser!... Pausa.

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