En 1964 se descubrió el monumento a Joselito en Gelves. Don Antonio escribió para El Ruedo (número del 5 de mayo del citado año) un reportaje sobre el acontecimiento. El texto está teñido de amargura por la escasa presencia de los taurinos del momento. Así, el periodista consigna la presencia de Pepe Luis Vázquez, Ángel Peralta, Sebastián Miranda, el duque de Pinohermoso, Alonso Moreno, la duquesa de Alba y José María de Cossío, como figuras más señeras del mundo taurino.
La evocación comienza en
la finca «La Huerta», donde Joselito «El Gallo» recibió sus primeras lecciones
de toreo. ¿Lecciones? En realidad. Gallito nació cuando ya llevaba dentro del
alma toda la ciencia del toreo. Niño sevillano extraordinario en las cuadrillas
juveniles. Torero largo, dominador, poderoso, maestro en todas las suertes.
Representante último del imperio fabuloso que conquistó Pedro Romero para los
chulos de a pie antes de la reforma de Juan. Que también esta reforma
contribuyó a hacer su fama más clarinera, hasta que llegó a su cénit de
crespones y llantos en la muerte —la más bella muerte para el romanticismo del
toreo—, cumplida en primavera y en Castilla.
Desde entonces, un
monumento funerario bellísimo y una larga etapa de olvido. Voces que claman en
desierto: un desierto de cuarenta y cuatro años que separan la inauguración de
Gelves de aquel triste mayo de Talavera.
Por ese desierto sólo se
aventuran este domingo de sol de agosto andaluz unos pocos leales. Los
aristócratas amigos de los toreros, los escritores que forjaron gran parte de
su leyenda, el pueblo, de donde los ídolos nacen y que los recoge con amor
cuando caen destrozados.
Ausentes los toreros
triunfadores, los ganaderos de tronío, las poderosas Empresas, los apoderados
omnipotentes. En Gelves no había corrida que vender, ni dinero que ganar y
todas las palmas iban a ser para Joselito. ¿Qué iban a hacer ellos allí, y con
lo que caía del cielo?
Quede el dato para la
historia de las lealtades taurinas y de las ingratitudes humanas. Cuando nos
repitan con aire campanudo: «Porque Joselito "El Gallo" fue el mejor,
el primero..., y los aficionados debemos enaltecer su memoria...», el cronista
pensará con el melancólico personaje del drama shakespeariano: «Palabras,
palabras, palabras...».
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