domingo, 30 de mayo de 2021

LA SOLEDAD DE JOSELITO EN GELVES

 En 1964 se descubrió el monumento a Joselito en Gelves. Don Antonio escribió para El Ruedo (número del 5 de mayo del citado año) un reportaje sobre el acontecimiento. El texto está teñido de amargura por la escasa presencia de los taurinos del momento. Así, el periodista consigna la presencia de Pepe Luis Vázquez, Ángel Peralta, Sebastián Miranda, el duque de Pinohermoso, Alonso Moreno, la duquesa de Alba y José María de Cossío, como figuras más señeras del mundo taurino.

La evocación comienza en la finca «La Huerta», donde Joselito «El Gallo» recibió sus primeras lecciones de toreo. ¿Lecciones? En realidad. Gallito nació cuando ya llevaba dentro del alma toda la ciencia del toreo. Niño sevillano extraordinario en las cuadrillas juveniles. Torero largo, dominador, poderoso, maestro en todas las suertes. Representante último del imperio fabuloso que conquistó Pedro Romero para los chulos de a pie antes de la reforma de Juan. Que también esta reforma contribuyó a hacer su fama más clarinera, hasta que llegó a su cénit de crespones y llantos en la muerte —la más bella muerte para el romanticismo del toreo—, cumplida en primavera y en Castilla.

Desde entonces, un monumento funerario bellísimo y una larga etapa de olvido. Voces que claman en desierto: un desierto de cuarenta y cuatro años que separan la inauguración de Gelves de aquel triste mayo de Talavera.

Por ese desierto sólo se aventuran este domingo de sol de agosto andaluz unos pocos leales. Los aristócratas amigos de los toreros, los escritores que forjaron gran parte de su leyenda, el pueblo, de donde los ídolos nacen y que los recoge con amor cuando caen destrozados.

Ausentes los toreros triunfadores, los ganaderos de tronío, las poderosas Empresas, los apoderados omnipotentes. En Gelves no había corrida que vender, ni dinero que ganar y todas las palmas iban a ser para Joselito. ¿Qué iban a hacer ellos allí, y con lo que caía del cielo?

Quede el dato para la historia de las lealtades taurinas y de las ingratitudes humanas. Cuando nos repitan con aire campanudo: «Porque Joselito "El Gallo" fue el mejor, el primero..., y los aficionados debemos enaltecer su memoria...», el cronista pensará con el melancólico personaje del drama shakespeariano: «Palabras, palabras, palabras...».



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