miércoles, 18 de enero de 2023

LAS BODAS DE ORO DE RAFAEL EL GALLO (II): EL BANQUETE

La segunda, y última entrega del homenaje que se le hizo a Rafael El Gallo en Sevilla, está recogida de la revista 'El Ruedo' de 9 de octubre de 1.952 y el artículo aparece firmado por el periodista C. Fernández:  

El colofón de loe actos en honor de Rafael «El Gallo» —con motivo de sus bodas de oro— fue el banquete popular que se celebró en el Gran Casino de Sevilla en la noche del día primero de octubre. Allí se pudo medir la dimensión exacta de la conmemoración y pulsar los varios significados del homenaje. Como dijo Corrochano, no se trataba simplemente de celebrar los cincuenta años de alternativa de un artista y un torero, sino que se trataba también de celebrar a un torero de los de hace cincuenta años que no es lo mismo. De mesa en mesa y de boca en boca, el pesimismo —muy taurino— por el estado actual de la Fiesta, se hizo clamor a cada alusión a tiempos pasados, porque tal vez es en los toros donde más parece darse el contrasentido jeremíaco de que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Y decimos contrasentido porque el pesimismo no se traduce en las taquillas ni merma en nada la asistencia del «respetable» a los cosos. Lo maravilloso y lo extraño, sin embargo, era ver a Rafael entre tirios y troyanos —entre los aficionados "a lo viejo" y los enamorados de lo "nuevo"—, con su indiferencia, su bondad, su melancolía y su frialdad de andaluz de rango, repartiendo abrazos, autógrafos y apretones de mano. ¿Se emocionó? Sí, indudablemente. Pero ni en un momento la emoción eclipsó la facundia proverbial del torero ni quebró la línea de la más estricta y compuesta elegancia. Todo en su torno se produjo —incluidas las discusiones agrias y las reticencias envenenadas, tales las de Corrochano— con naturalidad, con sencillez, con gracia. Incluso las alusiones a las finanzas de Rafael se produjeron en forma grata, que excluía los rasgos impertinentes de la intromisión, como si la vida privada de Rafael, en cierto modo, fuera ya cosa pública, un tanto de todos, aunque, eso sí, para tratarla con afecto y solicitud de cosa propia.

Sábese así  —y puede decirse— que los beneficios del festival rebosan los cálculos coa que los organizadores proyectaban ampliar la pensión vitalicia del maestro al nivel de la holgura y del decoro a que es acreedor. Bien que ello plantea problemas nuevos de administración, sabido que Rafael tiene, no agujeros, sino pozos auténticos en las manos. Se busca el objetico de que Rafael perciba diariamente la pensión, comprobada la imposibilidad de administrarse «per se», siquiera en los siete días de la semana, aunque, eso sí, tienta a muchos la curiosidad de ver qué haría Rafael si recibiese una parte del dinero obtenido, libre de trabas y condiciones, después de tantos años de «desentreno» en gastar, sometido al rigor de una pensión corta —como un jubilado de Hacienda o del Magisterio—, que para defenderla de sus prodigalidades fue embargada por los amigos y protectores, apenas constituida, como fórmula de salvaguardia.

En e1 banquete hubo para todos los gustos. En cuanto a los comensales, de todas las clases sociales: hombres y mujeres, militares y civiles, autoridades y estado llano. En cuanto a los discursos, también de todo: lírica y épica, castellano y latín, lectores y oradores, intervinientes de cartel y «espontáneos»...

La figura simpática del general Merry y Ponce de León se irguió arrogante, con desprecio del micrófono y evocó una faena de Rafael en Jerez en los años del "¡Maura, sí!" y el "¡Maura, no!" mientras levantaba unas botellas de Jerez en ofrecimiento al torero. Corrochano hizo imágenes picantes sobre «los matadores nuevos», «los apoderados nuevos» y «los aficionado  nuevos», recortando las puntas de su discurso «para no herir» con un  "abrazo a Rafael". Ramón Soto, poeta laureado, recitó vibrantemente un poema. «Bombita» se tiró al ruedo y habló, como testigo, del drama de Talavera, Don Ramón Mesa no se tiró al ruedo, más bien fue empujado, y lo hizo con la sal que él sabe hacer estas cosas. Don Carlos Pickman intervino contando algunas anécdotas... Y a partir de aquí se desató, en leal competencia, un auténtico temporal de «castelares», que se disputaron el micrófono a empellones, y a los que no había manera de formarlos en cola. Rafael sonreía satisfecho, porque todo tenía el más grato sentido cordial, y firmaba autógrafos a la avalancha de los peticionarlos, que, insaciables, caían también sobre las personalidades que acompañaron a Rafael en la mesa presidencial: el teniente general Lecea, |efe de la Región Aérea del Estrecho; el marqués de Soto Hermoso, presidente de la Diputación, don Manuel las Heras, teniente de alcalde, en representación de la ciudad; Juan Belmonte, Domingo Ortega, duque de Pinohermoso, Dos Santos, Joaquín Miranda, «Chicuelo» y César Girón, entre otros.

Como remate vino la lluvia de «habanos». Ni un solo comensal dejó de cumplir el ruego que se hacía en la tarjeta. Y varias cestas pregonaron que Rafael tenía «humo por delante», Rafael y, claro, algunos de sus amigos «probes», que también saben fumar. ¡Qué caramba!

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